Construir una
sociedad entre todos y para todos
http://www.deia.com/4-7-2000/deiaOpin.htm
Firmado por:
Mikel Armendariz, Victor Ayerdi, Iñaki Cabasés, José Luis Campo, Ginés
Cervantes, Fermín Ciaurriz, Miguel Izu, Camino Oslé,
Iosu Osteriz, Ramón Peñagaricano, Victor Rodriguez, Pedro
Romeo, José Luis Úriz y Patxi Zabaleta.
A partir de los
estados nacionales y sus diferentes culturas, historias y
modelos (estados federales, unitarios
regionalizados,
unitarios descentralizados, unitarios centralizados,
etc.), Europa busca un sistema político y
organizativo
común que sea eficaz para enfrentarse a los nuevos desafíos y
problemas conjuntamente y que a
la vez cuente con
el consentimiento de todos sus miembros. No se conoce el
modelo definitivo ni cuál será el
papel y el status
de las diversas comunidades naciones y regiones que
componen Europa en este nuevo
marco. Estamos
por tanto ante un nuevo y complejo panorama marcado por la
caída del muro de Berlín, la
nueva Revolución
científico-técnica, un sistema económico basado en la
globalización, un poder cada vez
mayor de las
multinacionales, el proceso de construcción de la Unión Europea y
el Euro como moneda única
europea.
Tras más de 20
años de vigencia de la Constitución de 1978, persisten problemas
de encaje de los hechos diferenciales y los
nacionalismos en el Estado español. La configuración actual de España
no es algo acabado o incuestionable.
Cualquier
comunidad política está sometida a un permanente proceso de
vertebración, sin cuya condición dejaría de ser un sistema vivo,
poseedor de una naturaleza dinámica. No reconocer esta
realidad, atribuirle unas esencias inmutables hace que la
defensa de los diversos proyectos de organización territorial se
planteen desde propuestas poco democráticas.
Ningún modelo de articulación nacional se puede legitimar desde
la imposición. La soberanía o las estructuras
jurídico-institucionales están sometidas a una dinámica de negociación democrática cuyo objetivo es ajustar
mejor el marco
normativo a la voluntad popular de cada
momento.
El pensamiento
único dentro de la unidad de España lleva a algunos a desear
la uniformidad total, pasando por encima de las
peculiaridades lingüísticas, culturales, políticas.. como decia Ortega y Gasset en 1922
(España invertebrada), muchos todavía piensan que «el
nacionalismo vasco o catalán son movimientos artificiosos que,
extraídos de la nada, sin causas ni motivos
profundos, empiezan de pronto» hace unos cuantos años, y que «la única
manera de combatirlos es ahogándolos por
directa estrangulación: persiguiendo sus ideas, sus organizaciones, sus hombres». Estas afirmaciones de
Ortega alertando
sobre el hecho de que tal forma de
entender los nacionalismos
no era sino otra forma de separatismo y particularismo
desgraciadamente podían haber sido escritas hoy. Actuales son
también las palabras del fuerista y republicano
federal navarro Serafín Olave, que en 1878 (El pacto político
como fundamento histórico general de la nacionalidad
española) lamentaba que la revolución liberal no hubiera sido
capaz de hacer una Constitución donde quedaran bien
definidas y precisadas las atribuciones políticas, del
todo el Estado y las partes los antiguos Estados
españoles: «¿No
han comprendido que una nación, cuyas regiones se
hallan socialmente constituidas de modo tan diverso, ha de
sentir necesidades políticas y administrativas a ese vario
estado social correspondientes?». Al día de hoy, son numerosas las
cuestiones pendientes de resolución para una mejor
articulación territorial. Por citar algunas: la reforma del
Senado para transformarlo en una Cámara más ajustada al
modelo federal, la presencia de las comunidades autónomas en la
UE (por ejemplo, al estilo de los Länder alemanes), la
corrección de los desequilibrios económicos interterritoriales
y la solidaridad a través del Fondo de
Compensación
Interterritorial, el reflejo de criterios y opiniones autonomistas en
el Tribunal Constitucional, consolidar un modelo de
Administración más acorde con los criterios federales, la
necesidad de un verdadero Pacto Local que mejore y fortalezca las
competencias de los municipios, etc.
La propia
Constitución de 1978 no ha culminado el propósito intrínseco a
cualquier norma constitucional de integrar a todos los
ciudadanos en un marco común de convivencia, hay sectores de la
sociedad que no se identifican con el modelo político
que contiene y cuestionan su legitimidad.
Por eso, es
imprescindible buscar un nuevo sistema de convivencia para
los diversos sectores sociales, entre los distintos
proyectos políticos, entre nacionalistas y no nacionalistas, a
través de un espíritu constituyente de
imaginación,
generosidad, transacción y consenso. Sin aferrarse a posiciones y
palabras. Atreviéndose a adoptar ideas y posturas nuevas.
El problema no es
la ausencia de marco o cobertura legal. La Constitución
española, el Estatuto de autonomía del País Vasco y el
Amejoramiento del Fuero de Navarra se pueden revisar de
acuerdo con sus propias cláusulas de reforma.
Además, al
remitirse todas estas normas a los derechos históricos,
incluyen herramientas jurídicas de legitimación de nuevas
situaciones constitucionales a través de la vía del pacto. La
autonomía de Navarra y de la Comunidad Autónoma Vasca son fruto
de un pacto político que trasluce la propia letra del
Amejoramiento y del Estatuto. La revisión de éstos, de acuerdo con
sus propias previsiones, abriría la vía a un nuevo acuerdo
político. La Disposición Adicional Primera de la Constitución y
las correspondientes del Amejoramiento y
del Estatuto
facilitan el diálogo, el acuerdo y un singular ejercicio de
libre decisión sobre el futuro de estas
comunidades.
El proceso de
construcción europea viene a ampliar, y a demandar, las
oportunidades de revisión del actual modelo de organización
territorial. La redistribución de competencias entre los estados
miembros y las instituciones europeas, el papel de las
regiones dentro de la Unión Europea, la colaboración no
sólo intergubernamental entre Estados, sino también
interregional, ponen cada vez más en cuestión la idea
de soberanía y a
las fronteras políticas como líneas de separación entre
distintas comunidades humanas. En el
futuro, la formación de
una Europa federal, o la elaboración de una Constitución
europea, podría establecer un nuevo marco jurídico en cuyo
seno deban replantearse sobre nuevas bases los
problemas de articulación territorial que hoy conocemos.
Los retos democráticos actuales se centran en mejorar el marco de convivencia para progresar en integración y tolerancia. A partir de los déficit y potencialidades de la situación actual y desde la defensa de los derechos humanos y la no violencia, se trata de construir una sociedad entre todos y para todos.