LAS TRES COMPAÑIAS
Afirma un dicho empresarial: "hay tres clases de
compañías: aquellas que hacen que las cosas ocurran; aquellas que esperan
que las cosas ocurran; y aquellas que se sorprenden por lo que ha ocurrido".
La afirmación se refiere a tres planteamientos estratégicos que se corresponden
con tres tipos psicológicos de práctica empresarial. Al ser "tipos"
poseen una validez universal no necesariamente reducible al mundo de
las compañías. Y al ser "estratégicos" siempre tienen algo que ver con
todas aquellas disciplinas que implican la previsión o proyección de
algo, sea un producto o una ideología.
La realidad política de Euskadi da pie a que podamos ver a los partidos
y las estrategias dentro de este esquema. Y que esta visión nos sea
útil más allá de lo puramente descriptivo. Tratemos de responder a la
pregunta: ¿Cuál es/son el/los partidos "que hacen que las cosas ocurran",
"que esperan que las cosas ocurran" y "que se sorprenden de lo ocurrido"?
Aquellos que hacen que las cosas ocurran.
Nadie podrá negar a la tregua y a su posterior ruptura fuerza de condicionamiento
considerable. El ejercicio de la lucha armada es uno de los factores
que "hacen que las cosas ocurran" en Euskadi. Y eso se ha hecho notar
con quizá más fuerza en este periodo donde no han ocurrido atentados.
La propia organización armada ETA decía recientemente que la función
de la lucha armada era "influir de manera notoria en la situación política".
Y refiriéndose a la tregua: "sólo que en este caso, al contrario, se
ha conseguido encauzar esa capacidad de influencia decisiva mediante
la interrupción de la lucha armada".
Entonces para ETA, la "lucha armada" y la "interrupción de la lucha
armada" no son más que caras de la misma moneda, modos de "influir de
manera notoria en la situación política". A este esquema, a esta combinación
entre paz y guerra, entre legalidad e ilegalidad, se denomina en términos
técnicos "guerra popular" o "lucha popular" ("herri borroka"). La combinación
de medios heterogéneos e incluso contradictorios de lucha caracteriza
la "guerra popular".
La tregua se declaraba casi en el aniversario del asesinato de Miguel
Angel Blanco y de la mayor reacción social por parte de la sociedad
vasca en contra de ETA. Los propios escritos de la organización armada
recalcan la negra situación del año 97. Este año se caracterizaba por
los golpes policiales, el agotamiento de la exclusiva estrategia de
"socialización del sufrimiento", el encarcelamiento de la mesa nacional
de HB -ante la indiferencia o aprobación de la sociedad. Parte de la
opinión pública -y de la clase política- consideraba la tregua como
prueba de la debilidad del MLNV.
La tregua se identificaba como un cambio de rumbo, como una evolución,
casi como una conversión o una muestra de recapacitación del MLNV.
Como hemos subrayado anteriormente la tregua era un instrumento táctico
ya previsto dentro del arsenal logístico de ETA. Para ETA, ya desde
1997, antes del asesinato de Miguel Angel Blanco, la tregua no era más
que un instrumento de ordenación de intensidades. Decía la organización
en aquel año: "Mediante una disminución de la "kale borroka" sobre sus
intereses, conseguiremos confundir nuevamente al PNV y a EA, e iremos
preparando una nueva tregua que consiga romper definitivamente sus amarras
con el Estado español". La "disminución de la "kale borroka" contra
los intereses de PNV y EA, la declaración de la tregua -o técnicamente
hablando la "interrupción" de la lucha armada (ETA, Zutabe, Marzo 1998)-
constituye un elemento de "confusión" en el sentido que antes hemos
indicado: la tregua se identifica con un cambio -casi de identidad-
de la organización armada, cuando esta la inserta en un esquema bélico,
donde "confundir" al enemigo tiene una función vital.
Dice ETA que "durante los primeros meses del Acontecimiento (la tregua)
se dio un cambio radical en la situación política" derivado "de un cambio
de correlación de fuerzas". La tregua, pues, era la condición de posibilidad
de una unidad de acción con los partidos nacionalistas y con IU y con
ello "de un cambio de correlación de fuerzas" de un desplazamiento del
eje demócratas/violentos hacia el de constitucionalistas/autodeterministas.
La defunción súbita del Pacto de Ajuria Enea y la creación del Pacto
de Lizarra formalizaba ese desplazamiento.
La discusión política posterior a la declaración de la tregua, bajo
la exigencia del MLNV de plantear la cuestión del marco jurídico y la
inhabilitación del Estatuto de Gernika, era la situación ideal para
que el debate acerca de la violencia quedase en un segundo plano. La
"violencia residual" de la kale borroka y los sabotajes se interpretaban
al albur de pervivencias de elementos aislados -cuando ETA explícitamente
hablaba de la "disminución" de la kale borroka, evocando la mano que
modula un termostato.
La organización armada había dejado de golpear con sus muertos las conciencias
de las personas. La ilusión de normalidad, más las voces tranquilizadoras
de muchos, se añadía a la situación. Este era el clima propicio para
poner en la palestra el debate acerca del "marco-jurídico".
La acción combinada del Gobierno español -planteando un discurso de
terror, de "hacer las maletas", de inamovilidades constitucionales-
y del MLNV -con los cantos de sirena de una Euskadi independiente en
cuatro días- creó las condiciones adecuadas de una radicalidad verbal
absolutamente sin contenido -sin contenido en cuanto a la perspectiva
inmediata de la materia que se estaba hablando.
Cada paso de la construcción nacional virtual que lideraba el MLNV se
correspondía con posturas de total cerrazón constitucional por parte
del Gobierno español. El hecho de que los nacionalistas no clarificaran
posturas -en cuanto a la irrealidad de las propuestas del MLNV y la
transgresión del marco estatutario por parte del PP- ayudó a que el
clima de bipolaridad mediática se tradujese en una realidad electoral
con esa tendencia. El MLNV, de una manera consciente, estaba tratando
de hacer emerger una fractura social en función de un debate político
previamente cocinado.
El contexto de este debate y la ordenación de fuerzas creada durante
la tregua constituían así el escenario perfecto para la reanudación
de la lucha armada. El MLNV ya había previsto esta nueva etapa y curándose
en salud -tratando de no perder el impulso de optimismo social generado
durante la tregua- decidía su no participación en las próximas elecciones
generales. La cota de retroceso electoral que le podía tocar quedaba
desdibujada dentro de la nebulosa de la abstención técnica.
Esta estrategia perjudicaba mayormente a EA a PNV. Su función era presionar
a los partidos nacionalistas de tal manera que no les quedase otro remedio
que seguir el camino de ruptura institucional propugnado por el MLNV.
Esa ruptura iba acompañada de la propuesta de ETA de crear una asamblea
constituyente de los siete errialdes de Euskalerria.
Frente a la deslegitimación del sistema representativo vigente, el MLNV
propone otro sistema de representación. Y mientras propugna la abstención
ante las elecciones generales, ese otro sistema elaborado sobre sus
propuestas posee características muy "democráticas". Decía Otegi, "No
estamos planteando ni aventuras ni rupturas traumáticas o violentas;
planteamos un modelo de insumisión civil y democrático por parte de
la ciudadanía vasca (...) Si en nuestra propuesta sólo participa el
40%, más un 30% de abstención técnica, sería ya unos comicios con el
suficiente aval democrático".
Frente a los males de la "democracia representativa" burguesa el MLNV
propone un sistema de "democracia participativa" en el cual la participación
de un 40% del electorado ya es suficiente.
Estas son las características de la "construcción nacional" del MLNV.
El periodo de tregua ha servido para poner en marcha mecanismos de contrapoder
y alianzas varias que (ya con una lucha armada actuante, pues como dice
Otegi, atentados y colaboración con los nacionalistas, "no tienen porque
ser incompatibles") deben cumplir sus proyecciones sociales de crear
un sistema alternativo institucional sobre las ruinas del anterior.
Antes que "construir" hay que "destruir", siguiendo el viejo espíritu
revolucionario marxista-leninista.
El elemento de destrucción se apoya paradójicamente en una propuesta
de construcción de una "asamblea constituyente" para los siete errialdes
de Euskalerria; el MLNV propugna una virtualidad política como guía
de ruptura de la legalidad vigente; utiliza la idea nacionalista como
horizonte, que en la práctica inmediata presupone el enfrentamiento
civil y político de la sociedad vasca. Desde las contradicciones surgidas
a partir de la acción combinada de la lucha armada y la acción política
nacerán nuevas ocasiones de "hacer que las cosas ocurran".
Aquellos que esperan que las cosas ocurran.
El Gobierno español, y los partidos españoles en general, no dependen
de las eventualidades del problema vasco. Su jurisdicción abarca la
totalidad del estado. Euskadi, con toda su importancia simbólica, no
juega un papel destacado como realidad electoral que decida un gobierno
u otro.
La estrategia del MLNV durante estos últimos años favorece sobremanera
la prestancia social de los partidos españoles y sobre todo, ha impulsado
la ascensión electoral del PP. Una ascensión electoral, todo hay que
decirlo, pagada con el asesinato y el acoso sobre sus militantes; la
reacción de indignación social mayoritaria frente a la "socialización
del sufrimiento" ha revertido en la progresión electoral del PP.
El Gobierno y los partidos españoles han visto aquí la ocasión de erosión
social del nacionalismo, su minorización dentro de Euskalerria y la
posibilidad de creación de una mayoría constitucionalista. Esperando,
viendo las cosas venir tal como las tenía planificadas el MLNV, se encuentran
ante un escenario donde la posibilidad de hegemonía política está al
alcance de la mano -con unas instituciones vascas en minoría, con una
colaboración por parte de EH totalmente conflictiva para sus socios
de gobierno, con un nacionalismo atenazado por las ansias de consecución
de paz y, por tanto, dependiente de los cantos de sirena provenientes
del MLNV; con una realidad electoral en la clave bipolar que interesa
al MLNV para construir una realidad de trincheras y enfrentamiento.
Para el Gobierno español la cuestión vasca constituye una cuestión de
estado. Todas las fuerzas políticas y mediáticas españolas deben converger
en el combate contra el nacionalismo. La identificación nacionalismo/violencia,
identificación que por muchas razones posee una credibilidad social,
se considera el instrumento propagandístico adecuado para conseguir
esa mayoría constitucionalista.
Si la bipolarización favorece al MLNV, al dejarle como único referente
nacionalista con la bandera de un maximalismo puramente táctico, también
favorece al Gobierno, en cuanto a que la destrucción del espacio central
nacionalista se contempla como la antesala de la derrota general del
nacionalismo.
La consecuencia práctica sería la de una Euskadi fracturada y dividida
entre dos modelos de funcionamiento -el constitucionalista y el revolucionario-
mutuamente excluyentes pero que convergen en su labor de quitar de en
medio la fuerza de estabilidad social y política que ha supuesto el
nacionalismo en Euskadi desde principios de la transición.
Lo que se ha dado en llamar la "ofensiva españolista" constituye, por
otro lado, un factor muy viejo de la política vasca. Es en estos momentos
cuando la acción del MLNV consigue que tal ofensiva llegue a calar y
llegue a tener credibilidad -no por su propio impulso, sino porque el
MLNV esgrime la bandera de la "construcción nacional" en oposición a
la legalidad constitucional. El MLNV pretende impulsar un tremendo retroceso
en el ámbito de la construcción política en Euskadi -que posee instrumentos
fundamentales de configuración nacional, como es el Estatuto de Gernika-
para llevarnos a un contexto de enfrentamiento abierto con el estado,
como si nada hubiera pasado durante estos veinte años.
El análisis del discurso españolista nos lleva a la conclusión de que
es constante y de que tiene raíces en la época franquista. Los trazos
gruesos de este discurso van por el camino de la identificación nacionalismo/violencia,
basado en la identidad entre PNV-EA y el MLNV -identidad desmentida
durante los últimos veinte años pero que mediante el espejismo de Lizarra
ha adquirido una validez virtual. Si en la época franquista se oponía
al nacionalismo "la sacrosanta unidad de la patria española" ahora se
le opone "la sacrosanta unidad constitucional de la patria española".
En nombre de los valores eternos de la España imperial o en nombre de
los valores de la democracia constitucional española, la actitud es
la misma: imponer un modelo acabado de integración territorial, donde
el poder recae en una mayoría necesariamente española. Para cualquier
nacionalista vasco eso es inaceptable.
Que el fundamento de tal visión sea el de la democracia representativa
no quita un ápice a la concepción totalitaria del ordenamiento jurídico
que esgrimen los partidos españoles y sus adláteres intelectuales. Una
mayoría social española crea un marco de referencia política y los vascos
nos tenemos que subordinar a ella. Es una visión totalitaria porque
no admite la democracia más que en los términos formales establecidos
-la Constitución española; todo lo que esté más allá o más acá de ella
cae en la jurisdicción de lo no legal. La interpretación española de
la democracia es meramente jurídica; la democracia no constituye un
proceso dinámico de adecuación de un determinado marco al cambio social,
sino que es un cortijo jacobino fuera del cual sólo deambulan los parias,
los nacionalistas.
Desde esta perspectiva, las conculcaciones de pactos vigentes -como
el del Estatuto- están justificados en base a los objetivos extraconstitucionales
de los nacionalistas. El Estatuto debe subordinarse no al espíritu de
un pacto entre fuerzas políticas plurales sino al de la unilateral interpretación
jurídica de tribunales hispánicos. El resultado de todo esto es la precarización
de las instituciones vascas -sujetas a los vaivenes de los impulsos
destructivos de la cerrada visión constitucional de la jurisprudencia
española- y el constante estado de alarma de los nacionalistas, que
ven como cada acuerdo y cada pacto exige un esfuerzo sistemático de
rearme político.
La situación creada por ETA con la ruptura de la tregua favorece, a
corto plazo, el ascenso de las fuerzas españolas. De ahí la estrategia
de "verlas venir" por parte del Gobierno: contempla un contexto maduro
donde el PNV y EA podrían ser descabalgados de sus cotas de poder institucional
y la posibilidad para el PP de una hegemonía electoral dentro de Euskadi.
Tras la destrucción política del nacionalismo -piensan- solucionar el
problema de la violencia será cosa sencilla.
Con un MLNV fuerte y una masa nacionalista frustrada y decepcionada
tal "sencillez" es algo muy relativo. La bipolarización y el enfrentamiento
civil sólo favorecen a los que propugnan la guerra y las posturas maximalistas.
Mientras tanto, los partidos españoles "esperan que las cosas ocurran".
Aquellos que se sorprenden de que las cosas ocurran.
Los partidos nacionalistas han sido las víctimas propiciatorias de todo
este proceso. Pero esa categoría de "víctima" no les quita responsabilidad
de su propia difícil situación. Los partidos nacionalistas firmaron
el Pacto de Lizarra bajo dos presupuestos: que el Gobierno español se
"movería" -en política penitenciaria, en dar una salida legal al contencioso;
y que ETA no tendría más remedio que mantener de forma irrevocable su
tregua. Ambos presupuestos han fallado de forma escandalosa; luego los
líderes nacionalistas "se sorprenden que las cosas ocurran".
Resulta innegable el esfuerzo que han hecho los partidos nacionalistas
para llegar a una paz justa. La propuesta de Ardanza a los partidos
políticos, poco antes del fin de su mandato, constituyó un último esfuerzo
por mantener el consenso entre fuerzas plurales dando una salida al
problema político. La cuestión de la "salida" -la conciencia por gran
parte del nacionalismo de que el MLNV, en un estado de supuesta debilidad,
necesitaba una excusa política para integrarse en el juego democrático-
fue también una de las razones de la firma del Pacto de Lizarra. En
esto también el diagnóstico de los nacionalistas estuvo radicalmente
errado.
Tanto la propuesta de Ardanza, como la ponencia elaborada el mes pasado
por el PNV, como la Ponencia Política de EA aprobada en el congreso
de noviembre de 1999, son intentos de configurar una apertura política
hacia mayores cotas de poder y de autogobierno. Pero todas ellas poseen
un elemento inasimilable por parte del MLNV. Mantienen una ligazón con
el marco actual, con el Estatuto de Gernika, con los pasos reales, que
no virtuales, que hasta ahora se han dado a favor de la construcción
nacional. Desde la base de salvaguardar los pasos dados hasta ahora,
se plantea un nuevo horizonte.
El MLNV, sin embargo, no puede defender un modelo institucional que
lo condena a ser minoría y que, para más inri, constituye un elemento
de "integración" del nacionalismo dentro del sistema de democracia representativa.
Por eso habla "del solar sobre el que se construirá Euskal Herria",
de la necesidad de que "limpiar el proceso de instituciones e interferencias
institucionales que promueven la partición del pueblo". Alude a un "solar"
-a un territorio "limpio" de "interferencias institucionales"- es decir,
a un espacio vacío de lo que es previo, desde donde "construir Euskal
Herria".
Al contrario de los nacionalistas, para los cuales resulta obvio que
no partimos de cero y de que por muy insuficientes que sean los poderes
de las instituciones vascas son fundamentales para el presente y para
el futuro, el MLNV prevé un primer movimiento de "destrucción" de la
realidad fijada vigente, para que obtengamos un espacio libre de interferencias
desde donde construir a su gusto. Ese ámbito de "destrucción" no se
limita a las estructuras políticas sino que abarca la estrategia histórica
del PNV y de EA, de una construcción nacional con referentes muy concretos,
como el Gobierno Vasco, previos a la realidad constitucional y con una
carga de legalidad propia muy fuerte. El modelo de "construcción" del
MLNV pasa por la destrucción del nacionalismo y de sus logros políticos.
Dentro del fuego cruzado de iniciativas del MLNV y de estrategia de
la espera del Gobierno español, el nacionalismo ha mostrado una capacidad
de maniobra muy escasa. Hasta tal punto que mucha gente empieza a dudar
de si realmente es la fuerza decisiva que puede solucionar el problema
que nos ocupa. Y es que el nacionalismo asume dos premisas profundamente
erróneas: la primera es que, como hemos dicho antes, el MLNV necesita
una "salida", un "campo de aterrizaje"; la segunda es que los proyectos
políticos entre el MLNV y el nacionalismo son compatibles dentro de
una andadura conjunta.
La colaboración con EH dentro de las instituciones ha mostrado claramente
que es un socio mucho menos llevadero que el PSE-EE. A una "Unidad Popular"
de ideología y conformación revolucionaria, la gestión del poder público
le interesa muy poco. Pero es una manera efectiva de presionar a sus
socios de gobierno, de tenerlos en precario, sin darles ninguna garantía
y con la posibilidad siempre de, en cualquier momento, dejarlos en la
estacada. El sabotaje institucional es también un medio eficaz de lucha:
la aprobación de los presupuestos del Gobierno Vasco y el rechazo de
los presupuestos de la Diputación de Guipuzcoa por parte de EH ha permitido
a la agrupación dar la impresión de una entente de gobernabilidad con
los nacionalistas y, en la práctica, reventar su capacidad de gestión
por medio del veto en Guipuzcoa -donde, no nos olvidemos, EH, en un
alarde extremo de cinismo, ha votado con el PP y el PSOE.
Los nacionalistas chocan constantemente con estos escollos debido al
falso diagnóstico respecto a la naturaleza de sus socios de EH. Todavía
se oyen voces en cuanto a que el MLNV tiene que acostumbrarse a una
política de gestión, hay que enseñarles, etc. Esta perspectiva responde
al supuesto de que el Movimiento tiene una concepción rudimentaria de
hacer la política.
Lo cierto es que el MLNV es la maquinaria política más sofisticada que
existe en Europa Occidental. Nutrido de las construcciones ideológicas
más exquisitas de las universidades progresistas europeas, del espíritu
de antagonismo radical respecto al capitalismo que caracterizaba a los
movimientos revolucionarios tercermundistas, poseedor de un sistema
múltiple de organizaciones y movimientos, que están controlados por
un férreo ejército de comisarios políticos y que como en un juego de
espejos quieren dar la impresión de variedad, el MLNV no tiene nada
que "aprender" acerca de la política de la democracia representativa.
Su función es la de sabotearla y reventarla, si es posible también desde
dentro. Su perspectiva de antagonismo con el actual modelo vigente de
sociedad es total y se proyecta en cada una de las acciones que acometen.
El MLNV es "nacionalista" en el mismo sentido que Franco era "demócrata".
Su concepción del nacionalismo es puramente instrumental, en cuanto
a que la problemática nacional vigente en Euskadi constituye un elemento
sobredeterminante del conflicto planetario entre modos antagónicos de
sociedad. El carácter instrumental que el nacionalismo tiene para el
MLNV pasa por dos tipos de ruptura; la primera sería respecto a los
mecanismos legitimadores del sistema político, como tal "sistema"; y
la segunda en cuanto a expresar la ficción de un cambio político que
se sobrepone a la realidad de la evolución social (¿o es que alguien
piensa que Euskadi ahora es más nacionalista que en el año 1979?). El
maximalismo táctico de ETA va a la búsqueda de un escenario de enfrentamiento
civil, como paso previo a una "construcción" hecha a la medida del reforzamiento
de sus intereses.
La única alternativa realmente nacionalista operante en Euskadi es aquella
que se deriva del pacto estatutario, que es un pacto abierto y dinámico.
El Estatuto de Gernika posee una reserva de poderes que significa una
reserva de principios, unidos a la historia de los territorios vascos:
reserva de principios que asumían históricamente todos aquellos que
reconocían el carácter libre y pactado de la integración territorial
de las regiones vascas con España. En este sentido, los nacionalistas
vascos recogen una tradición vasca que se encuentra más allá de la adscripción
al nacionalismo como doctrina o ideología. Recogen un principio general
que es el que permite a Euskadi alzarse como sujeto nacional.
Desdeñar esta realidad política, convertida en realidad social tras
veinte años, presupondría romper con la propia genealogía de la defensa
de la identidad vasca, tal como se ha producido a lo largo de la historia.
El Estatuto es el hilo conductor que nos une con todos aquellos que
han luchado por la libertad de Euskadi. Y es además una producción con
valor de integración territorial (en cuanto a que contempla la incorporación,
vía referéndum, de Navarra) y social (en cuanto a que está asumida por
los ciudadanos vascos no nacionalistas). Propugnar la destrucción de
esta base con elementos jurídicos, políticos y sociales de gran calado
constituye impulsar la estrategia más desnacionalizadora posible: aquella
que condena al nacionalismo a la pérdida de su identidad real y concreta.
Conclusión.
Los dirigentes nacionalistas se sorprenden constantemente de las acciones
del MLNV porque este movimiento actúa bajo una lógica que no es la suya.
¿No queremos todos la "construcción nacional"? No entienden que bajo
la parafernalia de símbolos y consignas acerca de la libertad de Euskadi
hay un proyecto de sociedad esencialmente antagónico al que poseen PNV
y EA y contradictorio con las propias necesidades de una verdadera construcción
nacional. No entienden que las peticiones aparentemente maximalistas
del MLNV no son más que instrumentos de ofuscación ideológica. Son guías
de ruptura con el objetivo de manipular el sentimiento nacionalista.
Mediante la "construcción nacional" -en función de instrumentos virtuales
como Udalbiltza o como la futura "Asamblea Constituyente de los siete
herrialdes de Euskalerria"- el MLNV diseña un escenario de enfrentamiento
civil, de destrucción nacional en suma. Ya que lo primero es tener un
"solar" previamente habrá que tener el terreno libre de "interferencias
institucionales". Y dado que somos los nacionalistas los que poseemos
la clave de ese poder institucional en Euskadi lo primero es que PNV
y EA se queden sin proyecto por la vía de la simple impotencia institucional.
Ahí esta una de las claves de la cooperación de EH en la gestión de
gobierno.
Mientras tanto el Gobierno español juega a la identificación entre el
nacionalismo y entre el MLNV, atribuyéndoles, de modo totalmente falso,
una misma estrategia y unos mismos objetivos. De este modo legitima
a ETA y al MLNV, y desprestigia al PNV y a EA. Legitima al MLNV porque
le otorga una naturaleza -la nacionalista- que no es la suya, ocultando
su aspecto revolucionario fundamental; y desprestigia a EA y PNV al
adjudicar al nacionalismo vasco los medios que utiliza ETA como consustanciales
a su naturaleza.
Los nacionalistas no tenemos que dejarnos atrapar entre ese doble juego.
Para eso hace falta un diagnóstico adecuado acerca de la situación del
nacionalismo, del retroceso social del nacionalismo en los territorios
vascos, de la verdadera naturaleza del MLNV y del juego sucio del Gobierno
español. Estamos huérfanos de fe y de realismo. Sólo desde una evaluación
realista de lo que es la sociedad vasca y de su tablero político tendremos
derecho a levantar con toda nuestra fe la bandera de la libertad de
Euskadi.
Xabier Iparragirre